“Siempre lo supe”: el engañoso poder del sesgo retrospectivo

Finalizamos hoy nuestra serie dedicada a Pensar rápido, pensar despacio hablando de uno de los sesgos cognitivos más insidiosos: el sesgo retrospectivo, o como solemos decir coloquialmente, el “ya lo sabía”.

¿Cuántas veces has escuchado —o dicho— frases como “era obvio que iba a pasar”, “se veía venir” o “yo ya lo intuía”? Después de que algo ocurre, nuestra mente tiene una habilidad casi mágica para convencernos de que lo habíamos previsto. No se trata de arrogancia (aunque a veces se parezca), sino de una ilusión cognitiva: una reconstrucción engañosamente coherente del pasado.

¿Cómo funciona el sesgo retrospectivo?

El sesgo retrospectivo consiste en sobreestimar nuestra capacidad de haber predicho un evento una vez que ya conocemos su desenlace. En otras palabras, una vez que algo ha ocurrido, nos parece que era más predecible de lo que realmente era.

Kahneman y Tversky lo demostraron en múltiples experimentos. En uno de ellos, los participantes debían estimar la probabilidad de distintos desenlaces históricos o políticos. Cuando algunos de ellos conocían el resultado real, tendían a asignarle una probabilidad mucho mayor que los que no lo sabían. El conocimiento del desenlace no sólo cambia lo que pensamos, sino lo que recordamos haber pensado.

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El yo que vive y el yo que recuerda: ¿quién toma realmente las decisiones?

Continuamos con nuestra serie de posts en la qual exploramos las ideas clave del libro “Pensar rápido, pensar despacio” de Daniel Kahneman. Hoy hablaremos de uno de los descubrimientos más fascinantes de la psicología conductual: la existencia de dos versiones de nosotros mismos. Una que vive los momentos, y otra que los recuerda.


O, como lo plantea Kahneman, el yo que experimenta y el yo que recuerda. Dos yos que comparten cuerpo, pero no siempre cuentan la misma historia.

Dos yos, una sola vida

Imagina que vas de vacaciones. Durante una semana disfrutas de la playa, de la comida y del descanso. Pero el último día, justo antes de volver a casa, pierdes el móvil y discutes con tu pareja. Cuando te pregunten cómo fueron las vacaciones, ¿qué dirás?

Probablemente no hablarás de los siete días agradables, sino de “lo mal que acabaron”. No lo dirá tu yo que vivió la experiencia, sino tu yo que recuerda. Ese yo, nos explica Kahneman, no es el mismo que vivió el viaje.

  • El yo que experimenta vive en el presente. Siente placer, dolor, aburrimiento o entusiasmo segundo a segundo. Pero desaparece con el paso del tiempo: lo que vivió no queda grabado tal cual.
  • El yo que recuerda, en cambio, es el narrador de nuestra historia. Es quien selecciona, edita y archiva los momentos que formarán “nuestra vida”. Es el que escribe el relato que luego llamamos “mis vacaciones”, “mi relación” o “mi trabajo”.

El problema es que este narrador no es fiel a los hechos. Tiene sus propias reglas.

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El ancla invisible que distorsiona tus predicciones

Continuando con la serie de posts donde exploramos las ideas clave del libro Pensar rápido, pensar despacio de Daniel Kahneman —una obra fundamental para entender cómo pensamos, decidimos… y, por extensión, cómo predecimos— hoy hablaremos de uno de los sesgos más persistentes y difíciles de detectar: el sesgo de anclaje, esa pequeña “ancla” mental que, sin darnos cuenta, tira de nuestras estimaciones hacia números que en realidad no tienen nada que ver con la realidad.

¿Qué es el sesgo de anclaje?

Kahneman y Tversky descubrieron que, cuando las personas deben estimar un valor —por ejemplo, el porcentaje de países africanos en la ONU o el precio de una casa—, sus respuestas se ven fuertemente influenciadas por un número cualquiera presentado antes, aunque ese número sea totalmente irrelevante.

En uno de los experimentos más famosos del libro, los participantes giraban una ruleta trucada que sólo podía detenerse en el número 10 o en el 65. Luego se les preguntaba:

“¿Qué porcentaje de países africanos pertenece a la ONU?”

Los que habían visto el número 10 daban estimaciones en torno al 25%, mientras que los que habían visto el 65 decían alrededor del 45%.

El número aleatorio —que no tenía ninguna relación con la pregunta— ancló sus juicios.

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Reseña del libro «Pensar rápido, pensar despacio»

Introducción

Pensar rápido, pensar despacio es un libro publicado en 2011 por el psicólogo Daniel Kahneman (Tel Aviv, 1934 – Nunningen, 2024), profesor emérito en la Universidad de Princeton y galardonado con el Premio Nobel de Economía en 2002, junto a Vernon Smith. Su mayor aportación, desarrollada junto con Amos Tversky, fue la Teoría de las perspectivas, que muestra cómo los individuos toman decisiones en contextos de incertidumbre alejándose de los principios de la probabilidad, recurriendo a atajos mentales o heurísticos.

En esta obra, Kahneman sintetiza décadas de investigación sobre cómo pensamos y decidimos, presentando de manera accesible la existencia de dos modos de pensamiento: el Sistema 1, rápido, automático e intuitivo; y el Sistema 2, lento, deliberado y analítico. La peculiaridad es que la mayor parte de las veces no somos conscientes de cuál de ellos domina nuestras decisiones.

El libro se organiza en tres grandes bloques: en el primero se explica el funcionamiento de los dos sistemas de pensamiento; en el segundo se analizan los sesgos y heurísticos que nos llevan a errores; y en el tercero se aborda cómo tomamos decisiones bajo incertidumbre, incluyendo la teoría de las perspectivas y la distinción entre el yo que experimenta y el yo que recuerda.

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