Continuamos con esta serie de post donde exploramos las ideas clave del libro “Pensar rápido, pensar despacio” de Daniel Kahneman —una obra fundamental para entender cómo pensamos, decidimos… y, por extensión, cómo predecimos— y hoy hablaremos de uno de los sesgos más sutiles, pero también más poderosos: el sesgo de disponibilidad.
¿Qué es el sesgo de disponibilidad?
El sesgo de disponibilidad es la tendencia que tenemos a juzgar la probabilidad o frecuencia de un evento según la facilidad con la que recordamos ejemplos de él. En otras palabras: cuanto más fácilmente recordamos algo, más probable nos parece que sea.
No estimamos con datos, sino con nuestros recuerdos y éstos —como bien explica Kahneman— no son un registro fiel del mundo, sino un archivo sesgado por la emoción, la atención y los medios.
Un ejemplo clásico del libro
Kahneman y Tversky realizaron un experimento muy revelador: preguntaron a un grupo de personas si, en inglés, hay más palabras que empiecen por la letra K o más palabras que tengan la K como tercera letra.
La mayoría respondió que hay más palabras que empiezan por K, porque es más fácil recordar ejemplos como kite o king que pensar en palabras con K en la tercera posición (make, bake…). Sin embargo, la respuesta correcta era la contraria: hay más palabras con “K” en la tercera posición (¡3 veces más!).
El problema no es la falta de inteligencia, sino el mecanismo del Sistema 1, el pensamiento rápido e intuitivo: confunde “lo fácil de recordar” con “lo frecuente en el mundo”.
De los tiburones al telediario
Otro ejemplo cotidiano: ¿qué te da más miedo, morir por el ataque de un tiburón o por la caída de un coco?
La mayoría respondería “tiburón”, aunque las estadísticas muestran que las muertes por coco son bastante más comunes (¡15 veces menos probables!).

Pero las noticias no abren con “un turista herido por un coco”, sino con “¡nuevo ataque de tiburón!”. Así, el miedo se amplifica porque la memoria reciente se alimenta de imágenes vívidas, no de probabilidades reales.
El problema para quienes intentamos predecir
El sesgo de disponibilidad es un enemigo silencioso del buen pronosticador. Eso es así porque nos hace sobrevalorar los eventos recientes, los sucesos llamativos y los ejemplos que nos impresionan emocionalmente. Y, al hacerlo, distorsiona nuestras percepciones sobre qué es realmente probable.
Por ejemplo, después de una crisis financiera tendemos a sobreestimar la probabilidad de otra inminente; después de una pandemia, exageramos el riesgo de una nueva. En resumen, la mente no calcula: recuerda.
Cómo contrarrestarlo
- Consulta los datos base. Antes de estimar, mira las frecuencias históricas reales.
- Haz doble estimación. Pregúntate: “¿Qué diría alguien que no vivió esto?”
- Desconfía de la viveza emocional. Cuanto más vívido el recuerdo, más sospechoso el juicio.
- Piensa como un estadístico, no como un periodista. No te dejes arrastrar por la disponibilidad mediática.
Reflexión final
Aprender a predecir —como intentamos hacer en The Bayesian Fox— consiste, en buena parte, en liberarnos de los atajos mentales del Sistema 1. Uno de ellos, el sesgo de disponibilidad, nos recuerda que nuestro cerebro no estima el futuro a partir de los datos, sino de las historias que más recuerda.
Solo cuando aprendemos a desconfiar de esa facilidad mental, empezamos a pensar en términos bayesianos: ponderando la evidencia, calibrando lo que sabemos y corrigiendo lo que sentimos. Porque predecir mejor empieza por recordar mejor… o, al menos, por no fiarnos tanto de la memoria.
