Este artículo forma parte de la serie dedicada a explorar las ideas esenciales de El Cisne Negro, de Nassim Nicholas Taleb. Tras analizar los cuadrantes, Mediocristán vs. Extremistán y algunos ejemplos históricos, hoy entramos en un terreno incómodo pero fundamental: los sesgos cognitivos que nos impiden ver —y predecir— lo que realmente importa.
Cuando hablamos de predicción solemos pensar en modelos, datos y algoritmos. Pero la mayor parte de nuestros errores no provienen de limitaciones estadísticas, sino de limitaciones humanas. Taleb insiste una y otra vez en que no vemos el mundo tal como es, sino a través de filtros cognitivos que distorsionan la información. Y dos de esos filtros —quizás los más insidiosos— son el sesgo narrativo y el sesgo de confirmación.
El sesgo narrativo: cuando la historia pesa más que los hechos
Nuestro cerebro odia el caos. Prefiere una historia bonita a una realidad compleja. Ese es el corazón del sesgo narrativo: convertimos datos aislados en relatos coherentes, aunque esa coherencia sea ilusoria.
Taleb lo resume así: “Lo que entendemos no es lo mismo que lo que ocurre.”
En cuanto sucede algo significativo —una burbuja financiera, una crisis, un descubrimiento— buscamos causas claras, motivaciones, líneas argumentales. El problema es que las verdaderas dinámicas del mundo, sobre todo en Extremistán, son tremendamente irregulares. Pequeños detalles aleatorios pueden desencadenar consecuencias gigantescas.
Aquí aparece una relación importante: el sesgo narrativo y el sesgo retrospectivo son “primos hermanos”:
- El primero fabrica historias que nos permiten entender (o creer que entendemos) lo que está pasando.
- El segundo reescribe el pasado para que esas historias parezcan inevitables. Uno construye el relato, el otro lo consolida.
El resultado es que, una vez creada la historia, ya no podemos ver los huecos. Todo encaja… pero solo hacia atrás. Es el terreno fértil para la peor frase del analista mediocre: “Era evidente que iba a pasar.”
Esto nos ocurre porque nuestro cerebro reescribe el guion y lo vuelve inevitable.
¿Por qué esto impide predecir cisnes negros?
Porque si narrativizamos demasiado, perdemos la capacidad de detectar señales débiles, anomalías o comportamientos fuera de patrón. La narrativa nos encierra en una versión “limpia” del mundo, y los cisnes negros suelen nacer en el desorden que ignoramos.
Un sistema dominado por buenas historias es un sistema ciego.
El sesgo de confirmación: ver solo lo que queremos ver
Si el sesgo narrativo construye el relato, el sesgo de confirmación se encarga de protegerlo.
A todos nos pasa que en cuanto creemos en algo, buscamos información que lo confirme y descartamos —a veces sin darnos cuenta— la que lo contradice. Es un mecanismo profundamente humano: reduce la angustia y nos da sensación de control.
Para Taleb, este sesgo es devastador en entornos donde:
- La información es incompleta.
- Los fenómenos son raros pero de enorme impacto.
- Los datos pasados dicen poco sobre el futuro.
Es decir, exactamente los entornos donde aparecen los cisnes negros.
Si creemos que el mercado es estable, encontraremos cien gráficas que lo “demuestran”. Si creemos que una crisis es imposible, ignoraremos las señales precursoras. Si pensamos que nuestro modelo estadístico es sólido, omitiremos la posibilidad de que se base en supuestos frágiles.
El sesgo de confirmación nos hace sordos a la disonancia, y la disonancia suele ser el hogar de lo inesperado.
La combinación mortal: historias que creemos y pruebas que seleccionamos
Cuando ambos sesgos se combinan, el resultado es explosivo. Primero construimos una narrativa coherente sobre cómo funciona el mundo. Luego buscamos evidencias que la refuercen. El resultado: una ilusión de comprensión perfecta, justo lo contrario de la humildad epistemológica que necesitamos para prever riesgos extremos.
Taleb afirma que el problema no es no saber, sino creer que sabemos más de lo que sabemos.
Eso nos hace tomar riesgos sin saberlo, descartar escenarios improbables pero devastadores y subestimar la verdadera incertidumbre del mundo.
Los sesgos no solo nos impiden predecir cisnes negros… Nos impiden siquiera imaginar que puedan aparecer.
¿Y qué tiene que ver todo esto con predecir mejor?
La predicción no mejora añadiendo más datos o algoritmos si antes no reducimos estas distorsiones cognitivas. Quien quiere predecir mejor no debe pensar como un narrador… sino como un escéptico.
Para empezar:
- No te enamores de tu modelo. Observa la realidad que no encaja.
- Desconfía de las explicaciones perfectas del pasado. A menudo son ilusiones retrospectivas.
- Entrena la búsqueda activa de contraejemplos. Es la vacuna contra el sesgo de confirmación.
- Acepta que puedes estar equivocado. Y que casi siempre lo estarás en los detalles importantes.
Ser buen pronosticador no es saber más; es creer menos en tus propios relatos.
