En esta serie de posts estamos explorando las ideas clave del libro “Pensar rápido, pensar despacio” de Daniel Kahneman, una obra fundamental para entender cómo pensamos, decidimos… y, por extensión, cómo predecimos.
Hoy hablaremos de una de las fuerzas más potentes (y más invisibles) que guían nuestras decisiones: la aversión a la pérdida.
¿Qué es la aversión a la pérdida?
Kahneman y Tversky descubrieron que perder duele más que alegra ganar.
Dicho de otro modo: si perder 100 euros nos causa un nivel de malestar de “-10”, ganar 100 euros no nos produce una alegría de “+10”, sino más bien de “+5”.
Esta asimetría emocional hace que evitemos pérdidas incluso cuando hacerlo nos lleva a decisiones irracionales.
En un experimento clásico, Kahneman preguntaba:
“¿Aceptarías una apuesta al 50% de ganar 200 € o perder 100 €?”
La mayoría la rechazaba, aunque el valor esperado era positivo (+50 €).
Nuestro cerebro, dominado por el Sistema 1 (rápido, intuitivo, emocional), se enfoca en el posible dolor de perder. Solo el Sistema 2 (lento, analítico) puede detenerse a calcular y ver que estadísticamente compensa.

Ejemplos cotidianos
- En inversiones: muchos inversores mantienen acciones perdedoras demasiado tiempo solo por no “asumir la pérdida”. Prefieren esperar “a que se recupere”, incluso cuando la evidencia sugiere lo contrario.
- En negociaciones: un descuento percibido como una “pérdida” de ingresos se siente peor que una ganancia equivalente obtenida de otra forma.
- En deportes o política: los equipos o partidos que “tienen algo que perder” suelen jugar más a la defensiva, aunque eso reduzca sus posibilidades de ganar.
En todos estos casos, el miedo a perder domina sobre el deseo de ganar.
La aversión a la pérdida y el arte de predecir
¿Y qué tiene que ver todo esto con aprender a predecir?
Mucho más de lo que parece.
Cuando hacemos predicciones, no solo intentamos acertar: también intentamos protegernos del error.
La aversión a la pérdida puede manifestarse en tres formas peligrosas:
- Evitar predicciones arriesgadas por miedo a equivocarnos.
- Manipular nuestras estimaciones para no parecer demasiado optimistas o pesimistas.
- Recordar más los fallos que los aciertos, y eso nos lleva a ser más conservadores de lo que la evidencia justificaría.
En otras palabras, la aversión a la pérdida distorsiona nuestra calibración: nos hace subestimar probabilidades cuando el posible error “duele”.
Reflexión final
Si queremos mejorar como pronosticadores, necesitamos entrenar no solo el razonamiento estadístico, sino también la tolerancia psicológica a perder.
Aceptar que algunas predicciones fallarán no es debilidad: es el precio inevitable de pensar en probabilidades.
Como diría el propio Kahneman, “nada es tan importante como crees que lo es cuando estás pensando en ello”.
Perder una apuesta, una predicción o una certeza duele, sí. Pero cada pérdida bien analizada —cada post-mortem— es una ganancia en conocimiento.
Y en el juego de predecir el futuro, ese tipo de ganancia es la única que nunca se pierde.
